“No se trata de un desbordamiento de la cólera de los soldados, ni de una equivocación de éstos, ni de un fuego cruzado donde civiles caen, sino de una plan premeditado, que del oficial se transmite a los subalternos. El teniente exhorta a los indecisos. Los arenga. La masacre (de Cuarto Pueblo) dura tres días: no es el resultado de un momento irreflexivo en el combate. Existe comunicación continua por radio con la base y el helicóptero une a ésta con el operativo. La línea de mando se eleva hasta los niveles superiores. Allí se han elaborado los planes estratégicos y tácticos que la tropa cumple y los oficiales dirigen en campaña. Allí se han coleccionado las listas de pueblos “guerrilleros”. Por eso, es comprensible que cuando a nivel superior se reestructuran las cúpulas, se suspenda la línea estratégica, como en Los Ángeles el día del golpe de Estado. No son los mandos superiores los que detienen las riendas del soldado sediento de sangre, sino al contrario: Los mandos impulsan al soldado a que desempeñe su tarea y lo entrenan para ello”.
Palabras de las conclusiones de este libro sobre las masacres y la sobrevivencia de la población civil en Ixcán. En el tercer volumen de esta colección Al atardecer de la vida… quedamos a principios de 1982, a las puertas de las grandes masacres, cuando el levantamiento llegó a la cumbre. Aquí se describe el sangriento desenlace. Pero no desaparece el ingente esfuerzo del levantamiento. Éste se cambia en resistencia desde el mismo momento en que la población sobrevive. Todo, bajo el manto protector de la selva.
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