Acercarse al cráter de un volcán en erupción es una experiencia emocionante y desafiante al mismo tiempo, por el peligro que existe en cada segundo que pasa. La sensación que el visitante prueba es fuerte por lo impredecible que se presenta la situación.
El Volcán de Pacaya ha dejado a lo largo de muchos años temor, miedo y encanto. Por encontrarse muy cerca de la Ciudad Capital, (35 kilómetros) es visitado a diario por estudiantes, montañistas, amantes de la naturaleza y decenas de turistas extranjeros cautivados por ese “monstruo” en continua transformación. Está situado entre los departamentos de Guatemala y Escuintla, a una altura de 2,250 metros sobre el nivel del mar.
El “macizo” es muy irregular, nada del verticalismo del Volcán de Agua, su formación es muy compleja. No existe un único cono, sino diferentes, que con el pasar del tiempo han cesado su actividad dejando lugar al nacimiento de un nuevo cráter. Con la ayuda de un guía se pueden recorrer los numerosos y profundos cráteres cubiertos de árboles situados en dirección del Cerro Negro: actualmente habitados por caballos y ganados solitarios.
En la actualidad existe un cono de unos diez metros aproximados dentro al gran cráter. La lava sale de este pequeño cono y del grande también. Desde la aldea Patrocinio se puede notar en la noche dos bocas que lanzan fuego. Todo material piroplástico que sale es típico de una erupción “estromboliana”, toma el nombre del volcán Stromboli, una isla de 926 metros s.n.m., situada en el mar Tirreno de Italia.
Marino Cattelan
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