Decirle a alguien en el maldito trópico que no es “ni chicha, ni limonada” equivale a una condena con cierto aire de reproche gélido. Para decírselo a sí mismo, en las orillas sesenteras del quinto infierno John Lennon compuso “Nowhere Man”. Para transmitírselo a quien corresponda, ahora viene David Unger con esta especie de Variaciones Goldberg en las que incluyó doce daguerrotipos y una epifanía.
Entre otros hechos literarios, en las placas color sepia hay un niño que suspira, sobre todo, por una langosta llamada Gengis Kan, el tiro al blanco y la ruleta de las ferias aldeanas, un caracol, un alce, una mantarraya, dos leones de bronce sobre los que jugó con su hermano al Rey de la Montaña y una pelota de beisbol que lleva décadas suspendida en una fecha que también emigró. En la epifanía, ese que parece un vendedor de electrodomésticos o un pescador de vacaciones y tiene una sonrisa avergonzada sólo puede ser Gabo (antes del Nobel).
Lo mejor de irse, no es el regreso; lo mejor de éste, no es volverse a ir. Lo mejor de la errancia está en los libros vivos que viajeros como Elias Canetti, William Saroyan, Henry Roth y David Unger trajeron de vuelta.
JL Perdomo Orellana
Valoraciones
No hay valoraciones aún.