Guatemala, jueves 31 de enero de 1980.
¿Qué sucedió aquel fatídico día? ¿Ingresó la policía a la sede diplomática sin permiso? ¿Quiénes fueron los responsables de iniciar el fuego que provocó la muerte de 37 personas? ¿Cuál fue la responsabilidad del gobierno español y de su embajador en Guatemala, Máximo Cajal, en lo sucedido? ¿Utilizó el embajador Cajal a personajes de la vida política y académica guatemalteca como señuelo?
A lo largo de 40 años, desde aquella lejana fecha del jueves 31 de enero de 1980, Adolfo Sierra Molina ha recopilado cuanta información se ha publicado relacionada con la ocupación y quema de la Embajada de España. Se convirtió también en una de las voces que desde el inicio expuso, a través de numerosos artículos y dando su testimonio una y otra vez, la versión de hechos de los que él fue testigo y que ha ido completando con las pruebas de personas que estuvieron presentes.
Su padre, Adolfo Molina Orantes, un destacado abogado, académico, humanista y exfuncionario, murió trágicamente junto a otras 36 personas, entre las que se encontraban Eduardo Cáceres Lehnhoff, funcionarios españoles, personal guatemalteco, así como los que tomaron la sede diplomática desde las primeras horas de la mañana. Uno de los invasores fue encontrado con vida por los bomberos cuando ingresaron al despacho del embajador Máximo Cajal López, quien, minutos antes, había salido caminando de la habitación en la que se habían atrincherado.
Adolfo Molina Sierra revela y analiza lo sucedido poniendo los puntos sobre las íes y señalando sin tapujos a los responsables en una historia que no es solo suya, sino también de Guatemala.
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