En el umbral:
explorando Guatemala en el inicio del siglo veintiuno

uscar señales sobre el futuro ha sido una inquietud del ser humano siempre. Las Ciencias Sociales han tenido como norte el intentar predecir lo que podría suceder en nuestras sociedades, dado el conocimiento de determinadas tendencias, aunque sabemos con claridad que con demasiada frecuencia más bien nos han permitido reflexionar sobre los procesos y acontecimientos sociales una vez que éstos se han dado o están en desarrollo.

Desde otra perspectiva, la idea de construir el futuro, de cambiarlo, incidir en el devenir, ha estado presente en todas las sociedades y ha sido también razón de ser de las Ciencias Sociales. En no pocas ocasiones éstas han marcado el debate con ideas del “debe ser” de la sociedad y con propuestas incluso programáticas de política pública.

La historia reciente de Guatemala ha constituido un reto tanto para políticos, organizaciones de la sociedad civil, iglesias, y dirigentes, como para las Ciencias Sociales. El proceso de firma de los Acuerdos de Paz, que culminó en diciembre de 1996 con la firma del Acuerdo para una Paz Firme y Duradera, constituyó un momento de la historia en el que se vivió la posibilidad de sentar las bases para una sociedad distinta en el futuro. Se instaló una Asamblea de la Sociedad Civil que discutió intensamente, durante meses, diversas propuestas que pudieran ser incorporadas por las partes que negociaban. Aquí fue de particular trascendencia ver la posibilidad, porque se experimentó algo que podría preconizarla, de imaginar una relación de naturaleza distinta entre el Estado y la sociedad; una relación en la que el diálogo, la propuesta y la negociación fueran privilegiadas y en la que el Estado se convertiría en el propulsor de las nuevas visiones y políticas alentadas por estos mecanismos.